Por qué apoyo Guanyem Catarroja


 

“Marx dice que las revoluciones son las locomotoras de la historia. Pero tal vez las cosas sean diferentes. Quizá las revoluciones sean la forma en que la humanidad, que viaja en ese tren, acciona el freno de emergencia” Walter Benjamin.

“Nadie es neutral en un tren en marcha” Howard Zinn.

 

 Estamos viviendo un momento histórico en el que se ha abierto una ventana de oportunidad que no va a ser eterna. Desde que yo tengo memoria política, el NO a la guerra, las concentraciones en Génova contra la mentira y la barbarie, la lucha contra Bolonia, el 15M, las mareas, las marchas del 22M, la aparición de Podemos… la ola de movilizaciones ha tenido momentos de sosiego y crestas enormes, pero lo que parece evidente es que el campo político se ha reconfigurado. A nivel electoral, si antes se dividía en derecha e izquierda (es una ingenuidad seguir en estos términos cuando gran parte de la población consideraba al P$O€ de izquierdas…), ahora, gracias al 15M y al discurso de Podemos, han aparecido nuevas coordenadas como la de la regeneración (por eso Rajoy llama a su cacicada Reforma Electoral, regeneración democrática…), que diferencia entre viejas y nuevas formas de hacer política y la participación.

El poder, que no es solo el gobierno (y esto hay que tenerlo muy claro, llegar al gobierno no es tener el poder, la movilización en la calle es prioritaria), sabe muy bien lo que está ocurriendo. Parte de las mejores cabezas de este país trabajan para ellos y muy bien pagados. Y su ofensiva política y social es brutal. Si por un lado se nos enferma, se nos aboca a la ignorancia, se nos hambrea, se nos roba el tiempo de vida que es lo único que verdaderamente tenemos a través de la precariedad  (la búsqueda constante de la supervivencia) y se intentan destruir las movilizaciones sociales con represión y leyes mordaza, por otro lado, se pretende blindar este Régimen, este estado de cosas, a través de reformas electorales caciquiles y reformas del régimen local que impiden el municipalismo y el control ciudadano para dar cada vez más poder a las cuevas de Alí-Babá que son las Diputaciones. El poder disciplinario de todas estas acciones es tremendo, si no nos oponemos con fiereza, si no revertimos estas políticas, la noche de los tiempos será cada vez más oscura, cada vez será más difícil salir de ese pozo en el que nos están hundiendo.

Los que venimos trabajando con el movimiento de personas desempleadas, sabemos que la situación es insostenible. Las estadísticas sirven para enmascarar una realidad que los que estamos a pie de calle vemos todos los días: familias obligadas a vivir en la miseria con 400 euros y personas desempleados sin ningún tipo de prestación que acuden cotidianamente a los bancos de alimentos, a las redes de solidaridad popular. Lo que oímos en sus grandes medios de comunicación es mentira, los brotes verdes y las raíces vigorosas son contratos de semana que aumentan las estadísticas, trabajos en la hostelería por horas en condiciones esclavas, sustitución de puestos de trabajo con seguridad por chavales y chavalas a mitad de precio subvencionados por el Estado, reducción de salarios mientras aumentan las horas trabajadas, precariedad y desempleo. He visto en los ojos de mucha gente el miedo del que brota el silencio que impide denunciar estas condiciones por perder lo poquito que les queda. La muerte social es no poder tener un proyecto de vida, familias rotas por los desahucios obligadas a vivir en la calle o con los abuelos y abuelas, la marginación, la exclusión, enfermedades psíquicas, alcoholismo, suicidios… ¿De verdad vale la pena vivir así?

Guanyem Catarroja no existe. Guanyem Catarroja solo es una idea, una voluntad de confluencia que alguien tenía que plantear. Y esta confluencia no puede ser una sopa de siglas, a partir de ahí, todo está por construir. Se trata de construir un frente social lo más amplio posible, no solo para derrotar al PP, sino para derrotar las políticas neoliberales y privatizadoras, las políticas de expropiación y desposesión a las mayorías de la riqueza común. Al fantasma de la “mayoría silenciosa” debemos oponer una mayoría ruidosa real que los derrote en sus instituciones al mismo tiempo que construye otra institucionalidad. Imaginemos asambleas en los barrios de Catarroja, apoyo a los colectivos de personas desempleadas y a los grupos ecologistas como Salvem, pero también mecanismos de participación ciudadana desde las instituciones como son los presupuestos participativos. Imaginemos la obligación de rendición de cuentas pero también observatorios ciudadanos que las vigilen. Imaginemos que todos nos implicamos, ciudadanos, movimientos sociales, partidos… todos con un programa basado en la recuperación de la soberanía popular y por tanto de los servicios públicos, la participación ciudadana, la transparencia, las listas abiertas, las primarias… esas son mis líneas rojas.

Multitud de cosas del manifiesto y su publicación son criticables (quizás no era la manera de impulsarlo con unas cuantas firmas en las que faltamos todos y todas realmente, pero son reflejos elitistas y jerárquicos, la violencia simbólica de la sociedad del espectáculo que se inscribe en nuestras estructuras mentales). Adelante, no hay proyecto posible que avance sin crítica y sin conflicto. Pero vuelvo a decir que todo está por hacer. Personalmente, a parte de las razones expuestas arriba, me convenció pensar que a partir de ese momento, todo lo que viniera instantáneamente iba a ser público y transparente, en lugar de esas reuniones secretas en despachos a los que nos tenían acostumbrados donde se repartían sillones y prebendas. La constitución de Guanyem tendrá que ser abierta a toda la ciudadanía. Y por eso el manifiesto no dice nada que se pueda rechazar a priori. Todas las vías son necesarias Sí y sólo Sí se alimentan recíprocamente. Guanyem puede morir nada más nacer por multitud de razones, pero sería muy triste ni siquiera intentarlo. Los y las firmantes, que generosamente han puesto su capital simbólico al servicio de esta causa no buscan sillones, no representan a nadie y no desean ser protagonistas, porque solo les mueve el deseo de que las cosas cambien.

Sinceramente, yo estoy harto de pelarme el culo en asambleas eternas y aburridas que más parecen terapias colectivas. Es verdad, a veces se avanza y son necesarias porque no entiendo la felicidad sin la felicidad de los demás, el amor y la belleza siempre son si se comparten. Por eso no quiero perder más del tiempo necesario en ellas y por eso hay que ganar también las instituciones. Porque hay gente que se siente cómoda en la derrota, perder está guay cuando llegas a tu casa con tu banderita, cuando te refugias en tu librito de Politzer sobre la dialéctica o en el de la economía del bien común de Felber, o te tumbas en el sofá a ver tu programa del Wyoming y echarte unas risas y te bajas con tus colegas al bar a quejarte de todo. Así puedes seguir creyendo que tú verdad, tu maldita verdad inocente que nunca se ha practicado es superior a la de los demás. Pues escucha, hay gente que ya no puede perder más porque no le queda nada, y en esa gente hay más verdad que en cualquier sigla, cualquier ideología dogmática y cualquier banderita (y yo soy el primero que tiene una banderita en su cuarto y una ideología que no escondo). Entonces, ¿de verdad somos tan valientes como para ganar?

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