Renta Básica y Tiempo Liberado



Oh, dulce príncipe
es duro salir adelante
justo ayer fuiste amado
te lo recuerdan las manchas de cera en tu pijama.
Vaya día, has estado perdido desde ayer,
miras a tu alrededor y todo el mundo te parece raro
y entonces piensas que quizás el problema eres tú.
oh, dulce príncipe
es duro salir adelante
justo ayer tenías plumas en las alas.
No debería ser importante todo ese peso sobre tu espalda,
solo abre tus ojos y dile:
"…quédate al menos el rato que pueda aguantar la palma de mi mano sobre la llama de la candela ardiendo".



 Yo tampoco sé cómo vivir, estoy improvisando… pero sé cómo no hacerlo.

Siempre que hablamos de ti, de mi, de nosotras y de nosotros hablamos de tiempo porque es lo único que realmente nos pertenece. El tiempo es lo fundamental (Toni Carrión). Siempre ha sido lo fundamental, el tiempo liberado del trabajo forzado (“mantequilla o misiles”, qué más daba…) para poder acariciarnos, amarnos, cuidarnos… y no solo estoy hablando de amor, estoy hablando también de un proyecto de humanidad, de compromiso, de vivir en los otros, de entender que el concepto de individuo no tiene nada que ver con el beneficio personal, sino con el complejo sistema de relaciones en el que estamos imbricados (Marina Garcés[1]). Somos puntos de intersecciones múltiples (también en cuanto a opresiones[2]).

Y como otros conceptos, el tiempo es colonizado por la servidumbre liberal. Llamamos trabajadores libres a los explotados (el tiempo libre de una clase se crea convirtiendo en tiempo de trabajo toda la vida de las masas” Marx), prensa libre a los mercaderes de la información, libertad de comercio al imperialismo y la guerra, países libres a los Estados canallas (y torturadores[3]) y tiempo libre a la distracción alienante. Y así nos movemos en un “círculo vicioso” de dominación totalitaria, unidimiensional (Marcuse), creyéndonos libres. ¿Nos distraemos o nos distraen? La sociedad entera es un circo romano, la vida social reducida a un simple espectáculo. Horas y horas en centros comerciales donde lo que se consume es tu tiempo. El tiempo gastado en un consumismo puramente hedonista, una especie de “reino espiritual de los animales” (Zizek). La sociedad de consumo es la sociedad del hambre programada, el hambre de los que no tienen qué llevarse a la boca y el hambre de los que quieren siempre más (Alba Rico), más cosas, más tiempo de los demás.

El conflicto político, por tanto, opone lógicas que distribuyen y se apropian del tiempo de maneras diferentes. En una sociedad ordenada en torno al trabajo (Workfare), el desarrollo tecnológico y financiero expulsa a los márgenes a un cada vez mayor número de personas, y la inclusión en la sociedad a través del trabajo se hace más difícil. El trabajador mismo ya no existe como persona, es el productor intercambiable de fragmentos de tiempo/trabajo conectados en una red global (Bifo). Por eso desarrollan la ideología del emprendedor o emprendeudor, un empresario sin propiedad y un trabajador sin derechos (Jorge Moruno). Una figura íntimamente ligada al proceso de aumento de las desigualdades, la exclusión social y el aumento del desempleo. En todas las asociaciones juveniles institucionales, como los Centros de Juventud, se imparten cursos de emprendimiento, de psicología positiva, de coaching. Toda una serie de psicólogos y sociólogos del mainstream continúan produciendo y reproduciendo la ideología que legitima y justifica al triunfador: “no te vendes bien”, “conviértete en un empresario de tus propios tiempos”, en definitiva, autoexplótate. Pero al tiempo que legitima y justifica al triunfador, legitima y justifica la pobreza de los más y la desposesión de la riqueza común. El tiempo liberado así del trabajo forzado se convierte en un tiempo de autoexplotación y si eres una persona desempleada, en un tiempo de supervivencia y de falta de libertad.

Esa es la salida individual que nos ofrecen. Una salida precaria que nos impone un tiempo fragmentado (Rancière[4]) y que nos lleva al sufrimiento: crisis de pánico, problemas de atención, soledad competitiva, depresión... y a nivel colectivo, la crisis de la solidaridad social (Bifo[5]). En una sociedad hipercompetitiva, percibimos al otro como un enemigo y un competidor, en lugar de un cuerpo afectivo. Pero toda organización social se sustenta sobre bases comunistas relacionadas con la cooperación y los afectos, fundamentos de toda sociabilidad humana que hacen posible la sociedad (Graeber). El Capitalismo coloniza la cooperación y los afectos para mercantilizarlos, se apropia de nuestro tiempo de trabajo para valorizarlo y obtener las plusvalías. Ante este estado de cosas es necesario liberar nuestro tiempo. Redefinir el tiempo, su distribución, su reparto y reapropiárnoslo. Y aquí es donde aparece la Renta Básica.

El mayor valor emancipador de la Renta Básica es la apropiación individual y colectiva del tiempo liberado del trabajo forzado. Un ciudadano no es libre si no tiene las bases de la existencia material garantizada, la única manera de articular de manera efectiva nuestros planes de vida. La Renta Básica nos otorgoría un poder de negociación que nos ayudaría a emanciparnos de las dependencias hacia los patronos y los maridos. Y también empezar a sustituir todos esos trabajos forzados que no aportan nada a la sociedad y empezar a gozar de la cooperación y el compartir. Incluso aunque sea para aburrirse “profundamente”[6] o amarnos.

Pero la Renta Básica no va a resolver todos los problemas de una sociedad capitalista. Una sociedad basada en la explotación económica que nos ha llevado, a nosotros y nosotras y a la naturaleza, a los límites de la supervivencia. El amor, la hospitalidad, el goce, la generosidad, la creatividad, representan hoy los verdaderos caminos de una presencia humana sobre la Tierra. La única y auténtica revolución está en la construcción cotidiana, colectiva e individual, de un paisaje humano (Raoul Vaneigem).

“…Pero si no hubiese deseo porque acaso hayas abandonado la vida, y te dediques a distraerte hasta el final, a permanecer al margen de esos deseos, entonces ni vale la pena escribirte, ni vale la pena leer, ni vale la pena vivir el resto del tiempo que falta, y que tu llamas vida…” (Oscar Cusano).

Cambiemos nuestros sueños y nuestros deseos.

En una aldea de Níger, conversación entre una viejita africana y un occidental:

“- Qué comes?
- Una bolita de mijo.
- Todos los días?
- No, cuando tengo.
- Y si alguna vez tuvieras adelante un mago, que le pedirías?
- Una vaca. Podría sacarle leche para los hijos, si sobrara un poco hacer unos buñuelos para vender en la plaza del pueblo, incluso me podría ayudar para trabajar el trocito de tierra.
- Pero estamos jugando desgraciadamente, puedes pedir lo que quieras…
- En serio?, pues dos vacas.

 Martin Caparrós

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